Con la misma moneda

IÑIGO SANZ.- Víctima de su propia metodología, el Athletic no tuvo más remedio que conformarse con el empate anoche en Balaidos. Tablas y gracias, a tenor de los méritos ofensivos realizados por unos y otros. El Celta de Luis Enrique tenía cristalina su pizarra. Derroche físico y presión asfixiante para que los de Valverde no sacasen el esférico de la cueva jugado. Este agobio que el Athletic acostumbra a no sufrir, tuvo como consecuencia la pronta recuperación del balón por parte de los locales en la zona de tres cuartos de cancha, con el peligro que ello supone. Los leones no tuvieron más remedio que abusar del balón largo a Aduriz y ser pacientes confiando en que la gasolina del conjunto celeste se agotase con prontitud. 

El bajón físico no se hizo notar hasta el segundo periodo. Durante el primero, monólogo local. 

Luis Enrique fue más ofensivo que nunca y apostó por dejar sentado a su termómetro, Oubiña, en detrimento del danés Krohn-Dehli que rara vez actúa en el pivote.

Esta variante sumada a la electricidad de Orellana y a la magistral lección futbolística de Rafinha fueron motivos más que suficientes para que el Athletic sufriera. Las ocasiones se sucedieron en la portería rojiblanca destacando un envió al poste de Charles y un disparo de Rafinha a bocajarro dentro del área que Gorka desvió acertadamente.

Tras el obligado parón la lógica cedió más protagonismo al conjunto foráneo que aprovechándose del derroche físico de su adversario, fue tomando pulso al envite e hilando jugadas con más dominio y protagonismo de sus centrocampistas. Sin realizar un juego demasiado vistoso y exento de cierta profundidad, los de Valverde dispusieron de alguna llegada con peligro como el disparo de Muniain que se fue lamiendo el poste o un centrochut de De Marcos que el central local sacó in extremis cuando Kike Sola sólo tenía que empujarla. Aun así, Bermejo dispuso de la última gran ocasión pero su testarazo, ya en el descuento, se fue alto por centímetros.

Por Iñigo Sanz Loizaga