Y el cántaro se rompió
IÑIGO SANZ (BILBAO).- Era cuestión de tiempo que algún equipo asaltase la nueva Catedral. Más si cabe viendo los precedentes en los que los leones se han visto con la obligación de remontar. Si se juega con fuego, uno termina quemándose y al Athletic le tocó arder. Visto los méritos de unos y otros queda claro que el 1-2 final resulta a las claras injusto. Sin embargo, conviene reflexionar y analizar friamente lo acontecido. La derrota resultó un claro cúmulo de despropósitos. Un árbitro sospechoso (por no pecar de burdos), un Espanyol tácticamente perfecto que estudió a la perfección al conjunto de Valverde pero, sobretodo, un Athletic que en poco o nada se pareció al que acostumbra.
Los rojiblancos no tuvieron el día. Incapaces en todo el encuentro de asociarse, abusando del balón largo y sin la mordiente presión de anteriores citas, los bilbaínos echaron de menos Iturraspe. Sin el de Abadiño, el Athletic fue un equipo mucho más dócil. Lentos en la salida del cuero, sin imaginación y terriblemante estáticos, los de Valverde sólo lograron crear peligro a balón parado y con ciertos destellos de Ibai Gómez, el más activo de los leones.
La primera media hora fue para los de Aguirre que poblaron la medular de piernas y aprovecharon la calidad de Sergio García para sembrar el pánico. El delantero catalán ofreció un auténtico recital de nueve puro, jugando de espaldas, desahogando a su equipo y encontrando un tempranero gol en una genial maniobra. Mientras tanto, los locales tardaban en reaccionar con San José desaparecido en el pivote y con Herrera obligado a recibir el balón lejos del área rival. De este modo, los de Valverde no tuvieron más remedio que olvidarse del toque, del mediocampo y utilizar el juego directo como plan B. Así llegaron las dos ocasiones de gol más claras del primer periodo. En primera instancia merced a un testarazo de Aduriz adelantándose al meta rival y que se estrelló en el poste, y en segunda gracias a un cabezazo de Mikel Rico que obligó a lucirse a Casilla.
En la reanudación los de Valverde mantuvieron al Espanyol encerrado en su campo, pero faltos de profundidad apenas crearon peligro. La remontada pareció por momentos viable cuando Gurpegui remató a las mallas un medido centro de Ibai Gómez y que el capitán celebró con más entusiasmo que nunca tras haber recibido un emotivo homenaje en el minuto 18. El técnico local introdujo a Muniain y De Marcos en busca de chispa, en busca de electricidad pero los catalanes se encontraban cómodos con su rol. Líneas juntas, solidaridad e innumerables ayudas para robar y jugar en largo con Sergio García. Al gran trabajo colectivo se sumó la pizca de fortuna necesaria para ganar en San Mamés. Ésta llegó tras un saque de esquina en el que el balón golpeó la espinilla de Colotto para introducirse en la red. Fortuna periquita y desajuste defensivo imperdonable de la zaga bilbaína que nunca debió permitir que ese balón llegase al área a esa altura.
Por Iñigo Sanz Loizaga.
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