Zorriqueta: “En Liverpool, parecía que toda la tribuna iba a rematar el córner”
Juan Mari Zorriqueta forma parte de la historia del Athletic, puesto que no en vano militó en la plantilla rojiblanca durante doce temporadas, en concreto entre los años 1958 y 1970, en los que compartió vestuario con futbolistas como Piru Gainza, Orue, Maguregi o Iribar, por citar a unos pocos. Nacido en Galdakao y salido del juvenil del Firestone, pronto empezó a destacar en Primera, pese a que, tal y como él mismo nos cuenta en esta entrevista, sufrió un calvario con las lesiones. De hecho, “empecé en el Athletic con la tibia rota y acabé con el tendón roto”.
¿Cómo fue su llegada al Athletic?
Yo estaba en los juveniles del Firestone, ya que el Athletic no tenía equipo juvenil, y seguidamente, con 17 años y la pierna escayolada, fiché por el Athletic.
¿Cómo es eso de la pierna escayolada?
Compitiendo en San Sebastián con la selección de Vizcaya, me rompieron la tibia. Luego jugábamos en Madrid, me invitaron a ir pese a estar lesionado y allí me intentó fichar Daucik, que entrenaba al Atlético de Madrid. Cuando volví, se lo conté a mi padre y me dijo que no hiciera nada, porque aquí estaban el Indautxu y el Athletic y mes y medio después ya me fichó el Athletic. Sería en mayo de 1958 o así.
¿Le impresionó saltar a San Mamés por primera vez?
Yo ya había jugado allí con el Firestone. Entonces existía mucha afición por los juveniles, se vivía más que ahora y te sentías muy arropado desde que eras un chaval, puesto que tenías hinchas y, claro está, también detractores, porque no puedes gustar a todo el mundo. También es cierto que antes no había más que fútbol y algo de frontón y ciclismo. De hecho, yo con siete u ocho años me iba a ver al Galdakao a Durango, a Larrabetzu y a todos los lados, mientras que ahora se cuenta con una mayor variedad.
¿El modo de jugar ha cambiado mucho a lo largo de estos años?
Sí, antes sólo había una táctica, que era el 3-2-5. El brasileño Martim Francisco, con el que debuté con el Athletic, ya introdujo la WM, que era parecido al 3-2-5, pero ordenado. Se trataba de contar con tres puntas, dos interiores, dos medios y tres defensas, aunque uno de los medios era más ofensivo y el otro más defensivo. Uno de los que también cambió la manera de jugar fue Di Stefano, que era el primer delantero centro que hacía labores defensivas. Antes el delantero no bajaba y ahora, en cambio, es terrible cómo trabajan todos y como se presiona en defensa. Se trata de un fútbol muy físico.
Usted jugó en varias demarcaciones.
Yo he jugado en los diez puestos, aunque en liga, creo que sólo lo he hecho en ocho. Con el Firestone empecé de extremo izquierda y luego fui delantero centro, que es la demarcación que tuve en mi primer año en el Athletic. Esa primera temporada mía fue la última de Piru Gainza, yo tenía 18 años; y el, 36.
Para el que no le vio en acción, ¿cómo era su forma de jugar?
En mi carrera hubo dos fases, al inicio era muy frío, pero con 24 años cambié, evolucioné y a veces se decía que entraba muy fuerte, pero no tenía malicia. Pienso que yo era un futbolista técnico, veía el juego y lo ejecutaba, pero mi principal característica era que golpeaba con mucha fuerza al balón.
¿Recuerda alguno de sus goles de una manera especial?
El día pasado, un hincha me recordaba uno que metí de cabeza desde fuera del área. Mi primer tanto con el Athletic fue contra el Sevilla, pero creo que el segundo fue uno extraordinario que metí al Espanyol, ya que me botó el balón, le pegué desde treinta metros, pegó en el poste y entró. Jesús Garai me dijo “vete a la ducha, que ya has hecho bastante”. En el campo del Betis logré otro desde 35 metros con la zurda, y eso que yo soy diestro. Era la vuelta de la semifinal de una Copa del Rey, en la ida no había jugado y para la vuelta era duda, por lo que en el pie de foto de la prensa ponía “el gol del dudoso”.
Usted ganó una Copa.
Sí, pero no jugué, porque me había roto el tendón de Aquiles. En el Athletic empecé con la tibia rota y acabé con el tendón roto. Mi mayor hándicap fueron las lesiones, porque en cuanto cogía la forma me pegaban tirones y no competía más de tres meses seguidos. Cuando me retiré, investigué porqué sucedía esto y tal vez sea debido a que tengo una pierna un poco más larga que la otra.
Pero sí que disputó una final.
Así es, la de 1966 contra el Zaragoza, que tenía un equipo fantástico, para mí, el mejor que ha tenido en toda su historia. Estábamos concentrados en El Escorial y Etxeberria y Orue, dos de los defensas titulares, eran duda, fueron a probar al estadio y al llegar a la comida hicieron el gesto de que no podían jugar. En ese momento se nos bajó la moral, fue terrible, porque tuvimos que sacar una defensa inédita ante ‘los cinco magníficos’ del Zaragoza. Luego, en bromas, decíamos que ese día hicimos internacional a Iribar por todo lo que tuvo que parar, pero aún así perdimos.
¿Con qué futbolistas compartió vestuario?
Yo estuve con dos generaciones, en la primera estaban Carmelo, Orue, Maguregi, Uribe, Gainza y demás, y posteriormente coincidí con los Sáez, Aranguren, Uriarte, Rojo, Arieta II, Iribar… En total milité doce temporadas en el Athletic, aunque una estuve cedido en el Barakaldo; y otra, en el Indautxu, ambos de Segunda A.
¿Cuál ha sido el mejor jugador contra el que ha competido?
Gento, aunque me he enfrentado a muchos otros, como Di Stefano, Puskas, Santamaría…
¿Y el estadio que más le ha impresionado?
El del Liverpool. Nos enfrentamos a ellos en la Copa de Ferias y es que la gente estaba dentro del campo. Llegamos al estadio con dos horas y media de antelación y todos los alrededores ya estaban repletos de aficionados. Tenían dos medios muy altos y yo pensaba “en los corners, a estos no le quitas el balón ni con una escalera”. El público era muy noble, pero en los saques de esquina parecía que toda la tribuna iba a entrar a rematar. Ese día, la eliminatoria se decidió a cara o cruz y ganamos nosotros.
¿Viajó mucho al exterior con el Athletic?
No mucho, aunque estuve también en Bélgica, Francia, Checoslovaquia, Yugoslavia y Venezuela, ya que en Caracas se disputó un torneo amistoso que organizaba un aficionado de Mungia llamado Gaubeka. Yo fui el capitán y ganamos ante tres rivales sudamericanos, pero un día hubo una tangana muy desagradable. La competición, a la que llamaban ‘La pequeña Copa del Mundo’, fue en agosto y un mes antes había habido un terremoto muy fuerte.
¿Se notaba que estaban en una ciudad que había sufrido una catástrofe de ese calibre?
Sí, era terrible. Existía una psicosis tremenda y la gente no iba a los cines ni a los sitios cerrados por miedo a que se produjera otro terremoto. Existe una grabación de un programa de radio en el que se oye en directo el estruendo que provocó, y eso que el estudio estaba totalmente insonorizado.
¿Cuál es su mejor y su peor recuerdo de su época como deportista?
El mejor, los dos goles que he comentado antes¸ y el peor, las lesiones y la Copa que perdimos contra el Zaragoza. Ver toda esa afición que había ido a animarnos y no poder ganar… Yo hubiera jugado sin cobrar ese día, es más, hubiera pagado por haber podido vencer, ya que me acuerdo de haber visto de niño a los jugadores del Athletic, entre ellos a Iraragorri, subidos en un camión llegando a Galdakao tras conquistar una Copa, y mi sueño era ése, llegar al pueblo subido a un camión o a un autobús brindando una Copa a la afición, algo que no conseguí.
¿Sigue en contacto con algunos de sus antiguos compañeros?
Sí, es que cuando Garai volvió de Barcelona, creamos la Asociación de Veteranos del Athletic y hace nueve años se formó la Federación Española de Asociación de Futbolistas Veteranos, la FEAVF, de la cual yo soy presidente. Ahora estamos metidos en un proyecto con el que queremos ayudar a ex jugadores que lo están pasando mal.
¿En qué consiste este proyecto?
El origen está en una iniciativa que se llevó a cabo en Escocia y que consiste en un tratamiento no farmacológico de ayuda a enfermos con deterioro cognitivo y que sirve para que mantengan recuerdos de la época del fútbol. Por el momento hemos realizado dos talleres en Barcelona y Valencia y queremos hacer otro en Bilbao. En Escocia tienen ya treinta grupos y existen casos como el de un hombre que ni hablaba y al ver un vídeo de un partido en el que se marcaron dos goles olímpicos empezó a explicar quién había anotado esos dos tantos. Además, están consiguiendo que quienes sufren deterioro cognitivo no se encierren en sí mismos y se relacionen con otras personas.